Apuntes de Historia por Francisca Amorós Vidal

Siglos XIX Y XX

En los años centrales del siglo se produce un incremento de los regadíos, merced a la puesta en práctica de una serie de estrategias para llevar las aguas del Segura lo más lejos posible. En la Vega de Molina y Valle de Ricote se desarrolla el viejo sistema de ceñas y norias, consiguiendo Lorquí incrementar su huerta en un 130%. En Archena los nuevos regadíos se dedican a frutales hortalizas y agrios siendo precisamente esta, la pMujer en la puerta de su casarimera zona de la región donde se implantaron. Una relación de los mayores propietarios de 1818 nos remite a los mismos apellidos: Llamas, Molina, Fontes, Marquesa de Sanmamés. Hacia mediados de siglo cuando había finalizado el proceso desamortizador, imprescindible en la liquidación de las estructuras del Antiguo Régimen, aparecen algunos apellidos nuevos como Álvarez Castellanos, Marqués de Corvera y su hermano el Vizconde de Rías, herederos de su tío, D. Sancho de Llamas y Molina. Pero la mejor prueba de que en Archena la desamortización tuvo una importancia limitada es que la Orden de San Juan, detentadora del poder señorial obtuvo el 95% de los beneficios de la venta de sus propiedades de la enajenación de los Baños, y solo el 5% restante de sus fincas.

En realidad el señorío de la Orden de San Juan, como el resto de los grandes señoríos murcianos (encomiendas de Santiago y Calatrava, dominios del Marqués de los Vélez) era de carácter jurisdiccional, sin apenas base territorial, por lo que su disolución incidió escasamente en las estructuras agrarias. Mucha mayor trascendencia para el cambio de propiedad de tierras e inmuebles urbanos tuvo la desvinculación de los mayorazgos, que según cálculos de Mª Teresa Pérez Picazo alcanzaban más del 50% de las tierras de regadío. En lo esencial los bienes enajenados fueron acaparados por un reducido colectivo integrado por un puñado de descendientes de la antigua oligarquía y algunos grandes comerciantes. En Archena en concreto, la propiedad permanecerá básicamente estable al concluir el proceso desamortizador. El número de propietarios apenas varía de 1818 (179) a 1851 (170). Asimismo se mantuvo durante estos años la concentración, al pertenecer la mitad de la superficie regada a poco más del tres por ciento de los propietarios. En el último tercio del siglo XIX los tradicionales artilugios para subir el agua (norias y ceñas básicamente en Archena) incorporan el hierro como material de construcción; es mas resistente y requiere una menor conservación que la madera usada hasta entonces.

Mas importancia para los habitantes de Archena tuvo la liquidación de los bienes de propios, con lo que se incrementó la presión fiscal sobre los vecinos por medio de las contribuciones, que pasaron a ser la fuente básica de financiación de los Municipios. Con el fin de los propios y los monopolios que implicaban se produjo una proliferación de las tiendas de alimentación (abacerías, aceite y vinagre, tabernas), que en Archena pasaron de una en 1803 a siete en 1834 y catorce en 1855. A partir de 1856 el único propio que conservó el municipio fue la barca para cruzar el río. La demanda de un puente que permitiera atravesar el río, prescindiendo de la barca que sufría continuos quebrantos con las avenidas, era una vieja aspiración que sólo llegó a cuajar en 1865, siendo Ministro de Fomento el Marqués de Corvera. Apenas tres años antes había llegado el ferrocarril a la región, lo que supuso la definitiva consolidación de esa vocación exportadora que en principio se centró en frutas en fresco.

Los Baños fueron desamortizados en 1850, tras un corto período en poder de la Caja de Amortización, que contribuyó a deteriorar aún mas su lamentable estado. Fueron adquiridos por el Marqués de Corvera quien los cedería posteriormente a su hermano, el Vizconde de Rías. Este realizó importantes reformas y construyó las nuevas instalaciones que la afluencia de visitantes y la fama de las aguas demandaba. El Pabellón Madrid, el Levante y también el Casino datan de esta época; también la nueva ermita levantada bajo la advocación de la Virgen de la Salud. La prosperidad de los baños, a los que, sobre 1860 acudían mas de 5.000 personas al año, se fue incrementando a finales del siglo XIX y principios del XX, en un momento en que la hidroterapia era una asignatura más en las Facultades de Medicina, pasando a ser el más visitado de España. La ley establecía las condiciones que debían reunir los establecimientos y las aguas, las tarifas y las “temporadas oficiales” en que los Balnearios debían permanecer abiertos. A finales del XIX se levantó la residencia militar, para instalar adecuadamente a un colectivo que siempre fue un cliente fundamental de los Baños, por lo adecuado de las aguas en la curación de las heridas de pólvora. El Balneario sufrió una cierta decadencia, como todo este tipo de establecimientos, en los años inmediatamente anteriores a la guerra. En 1923 y tras haber pasado a ser propiedad del marqués de Perinat, se constituyó la sociedad “Balneario de Archena S.A.”. Durante la guerra el Balneario fue la Base y Escuela de Fuerzas Blindadas, los carros de combate rusos. En 1950 y tras ejecutar una opción de compra firmada seis años antes, el industrial don Nicasio Pérez Galdó se convirtió en el dueño del Balneario.

CalleEl régimen liberal se esforzó, desde la aprobación de la Constitución de 1812, por normalizar y uniformizar la vida municipal, someterla al gobierno central y vaciándola de contenido político, orientar su actuación hacia la mera y tutelada gestión administrativa. Esta reforma radical en la estructura del poder necesitaba la creación previa de unos entes territoriales poderosos entre el municipio y el estado, algo que se consiguió con la aparición de las provincias en 1833 y la pérdida de autonomía y competencias de los municipios ante las Diputaciones y especialmente de los Gobernadores provinciales. Como ejemplo de este cambio citaremos una “cacicada” que tuvo lugar en 188: el Gobernador cesó a la Corporación Municipal de Archena en pleno y nombró a otra, alegando “irregularidades administrativas y desobediencia a lo mandado”. El fracaso en la pretendida emancipación de los pequeños núcleos de las cabezas de distrito respectivas, dio como resultado la cristalización de la comarca como marco fundamental de la vida social, lo que ha implicado un débil desarrollo de la conciencia regional. El murciano del siglo XIX se sentía mucho más vinculado a su comarca de origen que a la región que la englobaba.